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Creciendo en Comunidad

Me resulta difícil resumir mi experiencia como alumno del ICT. Se me vienen a la mente muchas historias y personas que dejaron una importante huella en mi vida. Por este motivo, y sin dejar de lado la disciplina y la excelencia académica que caracterizan al Cultural, quiero enfocarme en el aspecto que más le agradezco al colegio: hacer que sus alumnos se sientan parte de una comunidad que los trasciende y hace salir al encuentro.

Veo en los alumnos y ex alumnos del Cultural, a personas activas y participativas, “siendo para los demás” como se nos recordaba en el aula. Personas con un profundo sentido de pertenencia que, fieles al lema del ICT, van “mar adentro” e impactan positivamente en los ambientes donde participan.

La teoría de este sentido de pertenencia y comunidad se repasa en el salón de clases, y se pone en práctica en los retiros, los viajes de estudios, las subidas a la reserva de “El Cielo”, los sábados deportivos, las obras de teatro, los festivales de la expresión, los campamentos, los modelos de las Naciones Unidas, las pastorelas y el servicio social.

A todo lo anterior hay que agregarle las desveladas estudiando, haciendo láminas de dibujo, preparando presentaciones en rotafolio, haciendo modelos del sistema digestivo en plastilina, armando modelos del ADN y escribiendo libros. Actividades que, por necesidad, encargo o solidaridad, buscábamos hacer acompañados. Vamos viviendo y sufriendo juntos, lo que nos va hermanando y haciendo compasivos. Vamos creando una memoria común, sentando las bases para amistades duraderas y auténticas.

Mas allá de las calificaciones y las historias, al finalizar la escuela lo que perdura es la comunidad. El sentirse unido a una generación a la que consideramos especial y única, más unida que todas las anteriores. Eso es parte del encanto. En cierta forma, todas las generaciones somos especiales, ya que todas formamos parte de esta gran familia que es el Instituto Cultural Tampico.

Frederick Armstrong Generación 1991